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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Los rosacruces entre nosotros. Origen y organizaciones iniciales.

      Varias asociaciones denominadas “rosacruces”, semisecretas y de naturaleza esotérica todas ellas, mantienen cierta presencia en España. De forma discreta, pero constante, trabajan entre nosotros.

 

                A lo largo de cuatro artículos, vamos a aproximarnos a la realidad de los grupos rosacruces, entidades que, anunciándose algunas de ellas como cristianas, actúan de forma discreta, pero constante, en casi todo el mundo; también en España. En este primer artículo veremos los orígenes históricos y culturales de tales órdenes, así como a los grupos primigenios. En el segundo, analizaremos la realidad de las principales organizaciones rosacruces, de carácter internacional las más potentes, en la actualidad. En el tercero veremos su realidad en España. Y, en el cuarto y último, analizaremos su naturaleza, sus relaciones con la masonería y la posición de la Iglesia católica ante este fenómeno.

 

La fascinación de Egipto.

                Egipto tiene la capacidad de fascinar a personas de todas las condiciones, culturas y épocas. El contacto con sus desiertos, su río Nilo, sus bulliciosas gentes, los monumentos admirables y asombrosos de su época faraónica, facilitan la ensoñación y el libre vuelo de la imaginación.

                Así, muchos de los oficiales que acompañaron a Bonaparte en su célebre expedición a Egipto (fracaso militar y político, pero que abrió ese país a historiadores, viajeros y geógrafos) se afiliaron a su regreso a logias masónicas de rito oriental o “egipcio”. Y esa capacidad de ensoñación, que ha llevado a muchos hombres a preguntarse si, acaso, las arenas de Egipto encierran presuntos secretos trascendentales para el destino de la humanidad, sigue estando en el origen de organizaciones de todo tipo, muchas de ellas de carácter esotérico. Una de éstas es la Antigua y Mística Orden Rosa Cruz (AMORC en lo sucesivo), de la que hablaremos más extensamente en el próximo artículo, y que es muy conocida en todo el mundo por su constante presencia publicitaria en los medios de comunicación. A través de llamativos anuncios, AMORC ofrece cursos por correspondencia asegurando “el sentido de la vida”, junto a múltiples técnicas de “auto ayuda”, fenómeno de moda en las últimas décadas, en buena medida, de la mano de la llamada “New Age”. Según AMORC, los primeros rosacruces habrían visto la luz en el Egipto faraónico, siendo las cámaras “secretas” de sus grandes pirámides los primeros espacios empleados para sus ritos e iniciaciones en tiempos del faraón Akhenatón.

                Pero AMORC no surge de la nada. Junto a la masonería, es una de las asociaciones esotéricas más numerosas (sus miembros, afirman, son varios millones –en torno a seis- de personas en todo el mundo, aunque algunos autores cuestionan seriamente tales datos), entroncando la primera dentro de la corriente esotérica “rosacruz”: conjunto de entidades semisecretas que, negando tener un carácter religioso, arrancan oscuramente en el siglo XVII, para llegar hoy día divididas en múltiples obediencias, en mutua competencia y desautorizadas las unas por las otras, prometiendo un desarrollo de las potencialidades de la persona, pregonando un mensaje de espiritualismo y de fomento de la paz mundial.

                Varias de estas organizaciones (AMORC, Orden Rosacruz, Lectorium Rosicrucianum, etc.) se encuentran presentes en España, si bien su incidencia no llega a tener el calado que han conseguido en algunos países hermanos del otro lado del Atlántico.

                No pretendemos discernir, evidentemente, qué organización concreta es la auténtica depositaria de la “legitimidad” o del “tesoro” rosacruz”, si es que existen realmente. Se trata de una polémica que no nos interesa. Pero sí que creemos que, para poder adentrarnos entre esta auténtica “maraña” de siglas y nombres que en ocasiones se sirven del adjetivo de “cristiano”, y que están presentes entre nosotros, es necesario tener una visión de conjunto y unos juicios claros.

 

Origen de los Rosacruces.

                Algunos autores, caso de Massimo Introvigne, relacionan, de alguna manera, los fenómenos de la masonería y de los rosacruces.

                La “rosacruz” primigenia –afirman sus partidarios- sería en realidad una sociedad secreta integrada por 12 miembros exclusivamente, fundada por un personaje legendario, Christian Rosenkreutz, cuyo tesoro iniciático consistiría en la que denominan sabiduría eterna. Esta orden rosacruz cultivaría diversas ciencias  herméticas (especialmente la alquimia) y la gnosis divina, velando, además, por el desarrollo moral de la humanidad, desde la sombra, con absoluta discreción.

Regida en sus manifestaciones públicas por ciclos temporales precisos, se reactivaría cada 108 años; permaneciendo de forma operativa y, posteriormente inactiva, en periodos de idéntica duración temporal. Es en 1614 cuando empezó a revelarse mediante varios escritos. Posteriormente será en el siglo XIX cuando se manifestaría de nuevo a través de una serie de grupos en Francia fundamentalmente, haciéndolo, por última vez, a primeros del siglo XX en lo que respecta al actual ciclo.

El fenómeno arranca de la aparición de tres textos a partir de 1614: “Fama fraternitatis”, “Confessio” y “Las bodas alquímicas de Christian Rosenkreutz”. Tales textos habrían sido escritos por el pastor protestante Johan Valentín Andreae, como un entretenimiento, pretendiendo con ello, y según algunos autores, obtener cierta unidad de los protestantes frente al Papado y los Habsburgo.

                En “Fama fraternitatis” se describe la situación europea de entonces, proponiendo una ciencia espiritual universal para superar sus divisiones.

“Confessio” auguraba la próxima revelación del verdadero sentido de la Biblia.

“Las bodas alquímicas de Christian Rosenkreutz” es el título de la narración esotérica del viaje “iniciático” del protagonista (cuyo nombre podría traducirse por Cristiano Rosacruz), mezcla de varios géneros: mística, alquimia, etc.

Tuvieron un notable éxito, especialmente en la Alemania de entonces, generando varios cientos de escritos, como respuesta, del más variado signo. Es en 1623, cuando la “manía” rosacruz alcanza Francia, al aparecer en algunas calles de París un cartel, con el escrito “Fama fraternitatis”, que comenzaba con una de las frases que mayor fortuna ha tenido en el mundo del ocultismo: “Nosotros, Diputados del Colegio principal de los Hermanos Rosa Cruz por la gracia del Altísimo…”.

A juicio de Jean-Pierre Bayard, “Andreae, presumiblemente el autor de estos escritos, fiel reflejo de su época, no es más que el portavoz de una sociedad secreta, oculta, cuya autoridad central, de pronto, hubiera querido revelarse. Este grupo no se refiere a antiguos misterios, a antiguos rituales, pero se sitúa en el naciente siglo XVII, apoyándose sobre unos símbolos que son eternos. El fenómeno de la Rosacruz está unido a aquella otra corriente de pensamiento ilustrado por Paracelso, Flud o Maïer”.

                Por supuesto, no existe ningún indicio histórico, ningún documento creíble, de la existencia real de tal sociedad secreta; tampoco de Christian Rosenkreutz (así lo asegura, entre otros, el mayor especialista español en sectas, Manuel Guerra, en su Diccionario Enciclopédico publicado por la B.A.C.). Pero, pese a ello, generó un movimiento que en la actualidad, todavía, se traduce en múltiples sociedades semisecretas que cultivan el ocultismo, con varios millones de adeptos por todo el mundo.

                Según algunos autores rosacruces (Spencer – Lewis, por ejemplo), la propia masonería sería un brazo desgajado del tronco común de la rosacruz. Los masones no aceptan que se sitúe el origen de su orden en este contexto y entorno, pero es indudable que las influencias de ambos movimientos han sido mutuas y recíprocas: la organización en grados, diversos ritos, buena parte de su patrimonio doctrinal, el secreto, etc. No en vano, masonería y movimiento rosacruz surgen en el mismo ámbito cultural y filosófico de la modernidad, con el “humus” del pluralismo como fenómeno distintivo, la reforma protestante, el iluminismo y el florecimiento posterior de sectas de todo tipo, muchas de ellas generadas en los aledaños, o en el mismo núcleo, de ambas organizaciones. Además, es posible rastrear la existencia de ideas gnósticas y herméticas que, desde los primeros siglos del cristianismo, afloran periódicamente, enlazando, finalmente, con las recogidas en esos primeros escritos rosacruces y en ámbitos de la masonería (afirmación, ésta última, del experto Manuel Guerra).

Todo ello propició un ambiente cultural del que surgirían, ya en el siglo XVIII, las primeras organizaciones rosacruces.

 

La edad de oro de los rosacruces.

Entre los primeros adeptos de la rosacruz encontramos, siempre según los autores de estas convicciones, a personajes como el ya mencionado Johan Valentín Andreae, Paracelso, Barnaud, Heinrich Khunrath, Francis Bacon, Michel Maïer, Robert Fludd, Comenius, René Descartes, Spinoza, Thomas Vaughan…

Es en el siglo XVIII cuando eclosiona este movimiento en varios grupos, entrelazados a un racimo de nombres de singular prestigio en los ambientes esotéricos, especialmente en Alemania y en Francia: La Rosacruz de Oro (fundada en Alemania hacia 1704 por algunos masones que establecieron 9 grados), la del Antiguo Sistema, los Iluminados de Baviera, Martinès de Pasqually, Louis Claude de Saint – Martin, Cagliostro, el Conde de Saint - Germain… Desde entonces, otra corriente de entidades ocultistas semisecretas, el muy fraccionado “martinismo”, aparece vinculado, de una u otra manera, a las organizaciones rosacruces.

En el siglo XIX serán otras entidades y personalidades las que recogerán la antorcha rosacruz, agrupadas, en uno u otro momento, en torno a diversas organizaciones entre las que destacaron las siguientes:

 

Ordre Kabalistique de la Rose Croix.

Fundada en París en 1888 por Marie Victor Stanislas de Guaita. Su objetivo era el estudio de los “Clásicos” del ocultismo. Desaparecida a la muerte de sus impulsores, sigue siendo una referencia ideal para rosacruces de todo el mundo, alguno de los cuáles, todavía y por internet, buscan la manera de contactar con la misma, pues todavía seguiría operativa…

 

Ordre Catholique Rosecroix du Temple et du Grial.

Grupo fundado por Joseph Péladan, al marcharse de la anterior. Desaparece con la muerte de su fundador en 1918.

 

Sociedad Rosacruciana en Inglaterra (S.R.I.A.).

Fundada en 1867 por Robert Wentworth Little, agrupa exclusivamente a masones con grado de “maestro”. Su iniciación se reparte en 9 grados, siendo muy notable la influencia de la Rosacruz de Oro. Más tarde se establece en Estados Unidos y Canadá con el nombre de Sociedad Rosacruciana en América.

 

Fraternitas Rosae Crucis.

Fundada en 1868 por Pascal Beverly Randolph (procedente de la S.R.I.A.), autor de una interpretación “ocultista” y “mágica” de la sexualidad.

               

Otras relevantes personalidades del esoterismo vinculadas, en mayor o menor medida a estos grupos rosacruces de finales del siglo XIX fueron: Papus, Philippe de Lyon, Phaneg, Marc Haven, Paul Sedir, Paul Adanm, Eliphas Lévi…

Y un inquietante personaje, que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX y que algunos autores también vinculan de alguna manera con el “universo” rosacruz a través de la célebre sociedad secreta ocultista “Golden Dawn” (Alba Dorada, fundada en 1887 desde la S.R.I.A.), fue Aleister Crowley: uno de los ocultistas que ha levantado mayores controversias dentro y fuera de los medios esotéricos.

Ya en el siglo XX, las anteriores personalidades ocultistas, junto a diversas corrientes esotéricas (la Sociedad Teosófica, la Antroposofía, las órdenes Templaristas como Ordo Templis Orientis, los grupos gnósticos, la masonería de rito oriental o egipcio, etc.), están en el origen inmediato de las actuales órdenes rosacruces operativas en España y en el resto del mundo.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 56, abril de 2002.

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