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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

La “macrofundación” de Aznar y los democristianos del Partido Popular.

Una “macrofundación”, ligada al Partido Popular, se perfila como el privilegiado “observatorio” desde el que José María Aznar, una vez agote su segundo mandato presidencial, tutele el futuro rumbo de su partido. La nueva FAES nace con una identidad liberal clara. ¿En qué lugar quedan, podemos preguntarnos, los políticos democristianos del Partido Popular?

 

La nueva FAES.

La noticia se esperaba. Desde que el rumor se difundiera en alguno de los confidenciales existentes en internet (también nos hicimos eco de ello en diversos artículos publicados en Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica), sólo faltaba el anuncio de la formalización del acuerdo y la difusión de los “detalles” de la operación. Todo ello se hizo público, finalmente, en un acto celebrado el pasado 26 de noviembre de 2001 al que asistieron, además de los más estrechos colaboradores de José María Aznar, “viejas glorias” del partido y “patronos” de las diversas fundaciones afectadas por el proceso.

La nueva fundación aglutina la mayor parte de las existentes en el entorno del Partido Popular, quedando fuera de la misma algunas de ámbito autonómico. La elección de su nombre, Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), correspondiente a una de las seis implicadas, ya es una declaración de intenciones. Se trata de la entidad en la que Aznar ha buscado buena parte de sus apoyos y sus más estrechos colaboradores en los últimos años. Ello constata una voluntad de continuidad con el trabajo desempeñado por FAES, así como un refrendo de su línea ideológica y táctica.

Dentro del Partido Popular, recordemos, no existen tendencias internas organizadas, pero es evidente la existencia de sensibilidades ideológicas que arrancan de la antigua Alianza Popular y de algunas de las “familias” procedentes de la extinta Unión de Centro Democrática. De cada una de esas sensibilidades han cristalizado, a lo largo de los años y con mayor o menor fortuna, diversas fundaciones teñidas, cada una de ellas, de una precisa orientación ideológica. FAES sería, concretamente, la de orientación liberal.

Con un presupuesto anual, previsto inicialmente, de 4.000 millones de pesetas, la nueva FAES pretende acabar con la característica dispersión de iniciativas de las fundaciones “populares”, marcando, además, una línea ideológica clara: la liberal. Se acabó, por tanto, el “rancio conservadurismo” y la “poco fructífera democracia cristiana”, parece deducirse.

Los interrogantes a resolver en breve, y que serán determinantes para su marcha futura, son varios: el control y procedencia de su financiación pública y privada, la posición adoptada ante la realidad de la familia y sus consecuencias fiscales y sociales, el espacio otorgado a la iniciativa social (en particular en el ámbito de la educación), su futuro peso en la generación y formación de “jóvenes promesas” del partido, etc.

La Fundación Humanismo y Democracia, organizada por una parte de los democristianos procedentes de UCD, queda especialmente afectada en este proceso: aunque no desaparece formalmente, se reconvierte en una ONG que agrupará todos los programas de cooperación al desarrollo asumidos, hasta el momento, por ella misma, junto con los impulsados desde la conservadora Cánovas del Castillo. Con todo ello, el reparto de funciones está claro: la cooperación al desarrollo para los democristianos y el “laboratorio de ideas” para los liberales.

Esta distribución funcional, que supone un claro predominio de las posturas liberales en la factoría ideológica popular, puede interpretarse como una pérdida de peso y espacio de los políticos democristianos dentro del Partido Popular. Pero no hay que caer en engaños. Este acuerdo certifica una realidad evidente. La principal elaboración ideológica del Partido Popular se venía desarrollando en el seno de FAES desde hace años. Por otra parte, no lo olvidemos, ese papel se lo había otorgado el propio Aznar: buena parte de sus colaboradores más estrechos proceden de FAES. También trabajaban en su seno algunos políticos de procedencia democristiana, caso de Eugenio Nasarre; pero seguramente su identidad quedó eclipsada por la orientación liberal y aznarista de la entidad.

FAES renace, por tanto, con una personalidad acusadamente liberal y aznarista y unos terrenos muy concretos en los que trabajar: la macroeconomía, los procesos internacionales de transición a la democracia, las grandes líneas de la evolución social, la formación de los cuadros y jóvenes valores del partido, etc.

Lo ocurrido con las fundaciones “populares” era de esperar: una decisión política del actual líder, determinada por el peso real de las diversas sensibilidades presentes en el Partido Popular (no está permitida la constitución de tendencias organizadas; es muy grande el peso de la experiencia de UCD): liberales, democristianos, conservadores…

Por otra parte, pensando en un futuro a medio plazo, José María Aznar necesita de una plataforma, de un “observatorio”, para instalarse y trabajar en los años que dure su voluntario apartamiento de la primera línea de la política partidaria, fiel a su compromiso de no repetir dos mandatos como Presidente del gobierno, tutelando de paso la marcha del partido. Bien dotado de medios, con buenas relaciones internacionales y magníficos contactos con la plana mayor del Partido Popular; FAES constituye una base magnífica para que su conexión con la “alta política” siga vigente y operativa hasta que una nueva ocasión requiera su regreso…

 

¿Pervive una identidad democristiana en el Partido Popular?

Sin embargo, pese a este aparente predominio liberal, sigue existiendo una cierta presencia de democristianos en el entorno más próximo de José María Aznar: es el caso de Javier Arenas, por ejemplo. Pero la identidad democristiana de esos políticos no parece se haya traducido ni en iniciativas de calado que sintonicen con las convicciones del pueblo cristiano, ni en novedosas aportaciones a la vida interna del propio Partido Popular. Tampoco puede afirmarse que toda la acción política del gobierno del Partido Popular sea análoga a la realizada por el PSOE cuando disfrutó de los mecanismos gubernamentales. Es incuestionable que se ha dado cancha a algunas expresiones de la creatividad social y que se han intentado frenar las nuevas propuestas legislativas dirigidas contra la vida de los no nacidos. Pero no ha sido suficiente. La percepción que tienen los sectores más comprometidos del catolicismo social español es que, progresivamente, la acción política “popular” se ha ido distanciando de las convicciones de la base electoral cristiana que le ha apoyado.

La pérdida de peso de los políticos democristianos españoles en el seno del P.P., paralela a ese distanciamiento que hemos observado en el párrafo anterior, viene de antiguo. Hay que relacionarlo con su gran fracaso político: supieron contribuir de forma decisiva al diseño y ejecución de la mismísima “transición”, pero fueron incapaces de consolidar una agrupación netamente democristiana en sintonía con su electorado natural.

La identidad democristiana no es la única posible para la acción política de los católicos españoles, pero es evidente que sobre los políticos de esas convicciones recae una mayor responsabilidad: por haber depositado en ellos sus expectativas muchos electores católicos, encontrándose, además, en algunos casos, cerca de los centros reales de decisión política.

En estas circunstancias, la noticia de la reconversión de las fundaciones del Partido Popular, en el sentido indicado, no aporta nada nuevo; sólo verifica la pérdida de peso de los democristianos y su carencia de un proyecto propio.

¿Qué factores han influido en esas carencias y retrocesos? Podemos apuntar algunos: su desconexión de la base del pueblo cristiano, la falta de apoyo de la jerarquía católica española en momentos clave de la reciente historia, la ausencia de un proyecto de futuro, su propia división interna, el bajo sentido de pertenencia eclesial y la crisis de identidad de alguno de los movimientos eclesiales de origen.

Creemos que hay muchos motivos, y muy serios, que cuestionan el tradicional apoyo otorgado desde importantes sectores del electorado católico a esta formación. Trabajar desde dentro de este partido es una opción, para los católicos con vocación pública, discutible pero evidente. Existen otras formas de hacer política y presencia social; ámbitos de los que los católicos nos venimos retirando y que exigen una acción alimentada por una identidad clara y un sentido de pertenencia eclesial fiel a la tradición católica de España. Así, recordemos que, como posibles alternativas al actual estado de cosas, en los últimos meses se viene hablando, en medios católicos, de plataformas, foros, grupos de presión, escuelas de formación. De hecho, algunas actuaciones novedosas ya están en marcha (de las que hemos hablado en el artículo “La iniciativa por un partido político católico español se desinfla”, publicado en el número 51 de este mismo medio), mereciendo nuestro seguimiento y apoyo.

En todo caso, el hecho que origina este artículo constituye un motivo de reflexión, para los católicos interesados en la acción pública, del que sacar conclusiones para el futuro.

 

Arbil anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 52, diciembre de 2001.

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