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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

El cedro a la sombra del sol sirio: la encrucijada libanesa.

     Israel ha anunciado que antes del próximo día 7 de julio de 2.000 abandonará la franja de 1.000 kilómetros cuadrados que ocupa en el sur del Líbano desde 1.985 ¿Qué significado tiene esa retirada? ¿En que situación real se encuentra Líbano y su población católica?

 
El Ejército del Sur del Líbano.

            Israel, por medio de su Ministerio de Asuntos Exteriores, ha comunicado al Secretario General de Naciones Unidas que, como fecha límite, el día 7 de julio abandonará el territorio libanés de unos 1.000 kilómetros cuadrados de superficie que todavía ocupa. De esta forma se materializará la Resolución 425 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 1.978 que establecía el total abandono del territorio libanés por parte de Israel.

            Dicha ocupación se produjo con el objetivo defensivo de prevenir, de forma permanente, ataques de los radicales palestinos y de los integristas libaneses contra las poblaciones judías limítrofes, mediante la creación de una “franja de seguridad” entre ambos. La ocupación no se ha tratado de una intervención aislada, sino que forma parte de las periódicas operaciones militares (represalias en la mayoría de los casos) realizadas por el ejército judío contra los palestinos, fundamentalmente, presentes masivamente en Líbano con ocasión de la independencia israelí y alimentados en su número por los sucesivos éxodos generados por las posteriores guerras árabe – israelíes.

En esta ocupación, materializada ya en 1.978 aunque ha experimentado varias fases y extensiones, se ha apoyado en parte en una fuerza auxiliar de unos 2.500 hombres, la mayoría cristianos maronitas, aunque cuenta con una significativa presencia de musulmanes de credo chiíta, mayoritarios en el sur de ese país. Dicha milicia fué organizada a partir de algunos mandos desertores del ejército regular libanés (siendo el principal de ellos el fallecido coronel Saad Haddad) que constituyeron el “Ejército del Sur del Líbano”, ESL, coincidiendo con una fase álgida del largo conflicto libanés.  El ESL tiene, pues, sus días contados.

            El portavoz de Asuntos exteriores también ha manifestado que los integrantes de esa fuerza auxiliar, así como sus familiares directos, podrían residir en Israel, por motivos humanitarios (en total unas tres o cuatro mil personas). Medida comprensible, pues de las fuertes milicias armadas de Hezbolláh (el principal partido integrista chiíta libanés, y el más votado en las últimas elecciones generales al parlamento libanés) no se espera clemencia alguna, tal como ha anunciado su secretario general Hassan Nassrala. Por otra parte, todos los integrantes del ESL están juzgados por el Estado libanés por el delito de traición; condenados a muerte sus dirigentes y a largas condenas de prisión el resto de integrantes de la milicia.

 

La diáspora maronita – libanesa.

            Así, un nuevo éxodo de cristianos se producirá en fechas próximas, aunque en menor número que en otros periodos de la historia de Líbano. Parte se trasladará a Israel, integrando la pequeña comunidad maronita que, en número de varios miles, ya reside en el Estado hebreo. Otros optarán por la emigración a Argentina u otros países donde habita una importante comunidad libanesa en la diáspora, que arranca de los movimientos migratorios originados ya en 1.858 a raíz de las matanzas sufridas por los cristianos y que, alimentada por un constante flujo humano, ha llevado a la Santa Sede a erigir varias “Eparquías” (obispados de rito maronita) en Buenos Aires y otras grandes ciudades en todo el mundo, con el objetivo de atender a la numerosa comunidad maronita presente en esas tierras. Incluso, ya en 1.865, Juan Habid y Estefan Kozah fundaron una congregación misionera de monjes maronitas (los “kraimistas”, pues en Kraim se estableció la primera comunidad de la orden) con el carisma de practicar la misión entre los libaneses dispersos por el mundo y el ejercicio de la educación católica. Esta congregación está presente en la actualidad en una docena de naciones.

Dicha corriente migratoria persiste hoy día, afectando en particular a la comunidad maronita, suponiendo una sangría humana tremenda que pone en peligro la presencia maronita en Líbano. Así, con una población actual de algo más de 3.500.000 habitantes (de los que alrededor de un 20% lo son de confesión católica maronita), de 1.975 a 1.990 con motivo principalmente de la guerra civil, emigraron 894.717 libaneses, casi un tercio del total.

            Se calcula en varios millones de libaneses y sus descendientes los que componen esa diáspora, que se concentra, ya lo hemos dicho, particularmente en Argentina, pero también de forma significativa en Australia, Canadá, Estados Unidos, Alemania y Francia. Dentro de la diáspora, además de algunos grupos integristas musulmanes, son los maronitas quiénes ejercitan una mayor labor de mantenimiento de la conciencia nacional libanesa, para lo que han creados colegios, diversas fundaciones, asociaciones de apoyo mutuo, etc. En cualquier caso, su labor no puede compararse ni en volumen ni en intensidad a la desempeñada por otras comunidades como la armenia. De hecho, algunas autoridades maronitas señalaban recientemente que la conciencia libanesa se pierde en muchos casos en la segunda o tercera generación, una vez en la emigración.

            Antes de continuar, recordaremos que la Iglesia maronita (cuyo nombre viene de San Marón, cenobita de la Iglesia de Antioquía del siglo IV) es la única oriental enteramente unida a Roma, con una gloriosa y larga historia de fidelidad y martirio. Mantiene una jerarquía propia, con un Patriarca a su cabeza, con un rito propio, unas instituciones específicas y una espiritualidad marcada por su largo sufrimiento. Aunque la maronita es la más numerosa de las comunidades católicas presentes en Líbano, marcando de forma significativa la historia libanesa, están presentes otras  aunque en número muy inferior: greco-melkitas, caldeos, coptos y armenios. La Iglesia de rito latino, con unos 15.000 fieles, también está presente, manteniendo sobre la base de las órdenes europeas, una enorme labor educativa y asistencial, siendo su influencia muy importante en la sociedad libanesa.

            Encontramos maronitas, establecidos desde muy antiguo, en otros países de ese entorno geográfico, como Egipto, Israel, Siria, Chipre e Irak.

 

Las negociaciones Israel – Siria.

            Con la devolución de la franja sur al gobierno libanés, episodio previsible desde hace varios años, Israel dará por cerrada su intervención en Líbano que, a efectos internos de este pequeño país árabe, ha traído unos amargos frutos, entre los que destaca la derrota militar y política de los sectores de la comunidad cristiana maronita que optaron por el liderazgo político y militar del estado libanés. En ese sentido, puede afirmarse que la comunidad maronita ha sido el principal soporte de un estado libanés independiente.

            En la política interna de Israel, esa retirada era demandada con insistencia por los sectores pacifistas israelíes (el movimiento “Paz ahora”) y por los partidos políticos de tendencia izquierdista, incluido el Laborista hoy en el poder. No en vano, la intervención militar en Líbano, durante los últimos 30 años, con la ocupación permanente de parte de su territorio desde 1.985, ha provocado un elevadísimo número de muertos entre los militares judíos.

            Y en el plano internacional, se pretende dejar expedito el camino a un posible acuerdo de paz con Siria.

            Provisionalmente, y en tanto se materializa un acuerdo de paz entre Siria e Israel, Naciones Unidas pasaría a ocupar las posiciones abandonadas por Israel, mediante las fuerzas de FINUL, aumentando sus efectivos ya presentes en la zona de 4.500 a 7.500 cascos azules. De este modo, se intentaría evitar represalias contra los civiles que allí permanezcan y nuevos ataques contra las poblaciones judías lindantes, tal como ha señalado el primer ministro libanés Salim Hoss.

 

Líbano: a la sombra de la “Gran Siria”.

            No deja de ser paradójico que, a los 10 años de la derrota del General Aun en Beirut este a manos de los ocupantes sirios y sus aliados libaneses, se sume esta nueva pieza al complejo puzzle de oriente medio.

            No por ello Líbano recupera su integridad. Formalmente, puede aparentarlo; pero no en la práctica. Y ello, por dos motivos. Primero, continúan viviendo unos 350.000 palestinos que forman, casi, un “estado dentro del estado” libanés. Y lo más importante, continúa la presencia militar siria, cifrada en unos 40.000 hombres que controlan de hecho todo el país, salvo esa pequeña franja del sur.

Es una incógnita, por otra parte, si Siria desarmará a Hezbolláh, o permitirá que esa milicia integrista, la única que persiste en todo Líbano, continúe con sus periódicos ataques a la Galilea israelí. Sin duda, ese aspecto será una baza fundamental en la futura negociación entre Siria e Israel, en la que será el tema estrella de los previsibles acuerdos de paz junto a la situación de los Altos del Golán. Se trata de una asignatura pendiente del laborismo israelí y del ya anciano líder sirio Hafez Al Assad, quien ya está pensando en su sucesión y legado político y de quien se rumorea el padecimiento de una enfermedad terminal.

La negociación parece clara: devolución de los Altos del Golán a Siria a cambio de garantías por este país de que cesarán los ataques a objetivos civiles de Israel desde suelo libanés, ya enteramente bajo la influencia siria.

            En cualquier caso, Líbano, aunque formalmente permanece independiente, en la práctica se ha constituido en un protectorado sirio de hecho. Lo que concuerda con las ambiciones territoriales de la “Gran Siria” y que se materializó mediante el “Tratado de fraternidad, cooperación y coordinación” de mayo de 1.991, que legitimó la presencia militar permanente siria, al que siguió otro de defensa y seguridad firmado en septiembre del mismo año. La dependencia libanesa se verá reforzada en un futuro inmediato, además, mediante la unión aduanera con Siria, que entrará en vigor en breve, lo que regularizará por completo la presencia de varios cientos de miles de trabajadores sirios, atraídos por las expectativas económicas de la reconstrucción libanesa.

 

La resolución 520 de Naciones Unidas.

            Existe otra resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la 520, que establece el abandono de suelo libanés de TODAS las fuerzas extranjeras. Evidentemente, también hace referencia a las fuerzas sirias. Pero neutralizada dicha resolución, en parte, por el acuerdo de defensa y seguridad de 1.991, no parece que, con seriedad y energía, ninguna potencia regional o internacional esté dispuesta a implicarse en su exigencia y aplicación; lo que pudiera parecer lógico una vez se consume el abandono de la franja sur por parte de Israel.

 

Conclusiones.

            Líbano y en particular su comunidad cristiana, es la nación que sale perdiendo en todo este movimiento de las piezas en juego del puzzle de oriente medio. Sin duda ello es así por tratarse de la pieza más débil de todas las que participan. Siria e Israel, potencias regionales, cuentan con poderosos padrinos a nivel internacional. Líbano sufre, además, la propia debilidad interna que nace de su secular división y ausencia de proyecto común, volatizado por siglo y medio de periódicos enfrentamientos civiles causados por diversos intentos de conquista del poder político y económico por parte de unas u otras facciones. Esa debilidad ha llevado a los diferentes gobernantes libaneses y facciones en lucha, a la petición de auxilio tanto a Siria como a Israel, que han jugado en exclusivo beneficio propio. Siria ha jugado a “dividir y vencer”. Ha apoyado a lo largo del conflicto, a todas las facciones en algún momento de los enfrentamientos; consiguiendo el progresivo debilitamiento de todos los contendientes. Israel jugó la baza de prestar su apoyo a los sectores más radicales de la comunidad cristiana: Bechir Gemayel y su partido Kataeb, abandonándoles cuando ya no parecía factible el proyecto de un Líbano fuerte liderado por los maronitas. Incluso Irak jugó con sus peones libaneses en algún momento del conflicto; así apoyó a un iluminado general Aun en la fase final de la guerra civil, lanzándolo contra su secular enemigo sirio (pese a estar en el poder el mismo partido, el  BAAS, tanto en Siria como en Irak).

            No parece, pues, factible, la pervivencia de un estado libanés en el nuevo orden mundial, más interesado en el equilibrio entre fuertes potencias regionales (Israel y Siria).

En cualquier caso, otra vez mas, los cristianos salen perdiendo, tratándose del país donde se asienta la comunidad cristiana más consistente y numerosa, porcentualmente, de todo el mundo árabe.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 33, mayo 2000

Páginas para el mes, Nº 37, junio de 2000 (versión abreviada).

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