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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

La salud del movimiento asociativo familiar navarro.

En su día, lamentablemente, constituyó una iniciativa legal de referencia para otras comunidades autónomas. Así, el Parlamento Foral de Navarra aprobó la Ley 6/2000, de 3 de julio, sobre “La igualdad jurídica de las parejas estables”, equiparándolas al matrimonio; y ello en contra del Gobierno regional, en manos de Unión del Pueblo Navarro, y sin que pesaran 7.000 firmas opositoras.


 Casi dos años después, a lo largo de los días 29 a 31 de mayo de 2002, tuvo lugar en Pamplona el “I Congreso General de la Familia” que, estructurado en torno a 15 ponencias, estuvo acompañado de diversos actos públicos, sociales e institucionales. Culminó con la inauguración del llamado “Monumento a la Familia”, enlazando todo ello con la fiesta anual de CONCAPA – Navarra celebrada los días 1 y 2 de junio. De los frutos de este congreso, mencionemos uno que, seguramente, en breve verá la luz: el Foro de la Familia, como órgano permanente de encuentro, reflexión y acción por los valores de la familia navarra.
 

 

La familia navarra sufre, en este contexto y al igual que en toda España, una profunda crisis, operándose, desde hace varias décadas, de forma lenta pero imparable, una evidente transformación. No se trata, únicamente, de percibir cómo, desde buena parte de los medios de comunicación y desde el mundo de la política, la familia tradicional es cuestionada y ridiculizada, perdiendo su centralidad en la articulación social; y ello, en beneficio de diversas formas de relación estable que pretenden algunos de los derechos de la familia, pero sin cargar con los deberes considerados gravosos para un ejercicio libertario y nihilista de la idolatrada autonomía personal.
 

Pero esta nueva mentalidad común, teñida por lo políticamente correcto, también ha alcanzado, en alguna medida, a muchas de las personas que optan por el matrimonio. Así, la inexistencia de un auténtico proyecto de familia en determinados matrimonios jóvenes se concreta, años después, en una despreocupación por los valores que debieran presidir la educación de sus hijos y un paradójico notable interés por los aspectos técnicos de la docencia y las actividades extraescolares. Sin duda, este comportamiento es expresión del tipo humano predominante en esta sociedad: un sujeto aislado, individualista, que traslada a su matrimonio el desconcierto vital y existencial en el que vive.        
 

En Navarra, de marcada tradición familiar, las más numerosas siguen siendo las asociaciones de padres y madres de alumnos. CONCAPA - Navarra agrupa a las de matriz católica, siendo HERRIKOA la federación que, en esta Comunidad Foral, hace propio el programa autodenominado progresista de la estatal CEAPA. Y, como dato particular que la hace diferente sociológicamente, está la federación SORTZEN, que agrupa a las asociaciones de centros escolares del llamado modelo D (íntegramente en euskera), caracterizada por las profundas convicciones de su base asociativa, un notable activismo y un preciso proyecto cultural de pretensiones políticas omnicomprensivas.
 

Si se trazara un perfil de los padres típicos, vemos que, pese a su dispar asociación, existe una cierta semejanza entre los de los integrantes de CONCAPA y HERRIKOA, al compartir buena parte de los políticamente correctos valores comunes; grandes principios en su enunciación, pero vaporosos en su concreción, un modelo homologado por un poder cultural dominante de alcance planetario.
No obstante, también en Navarra existen numerosas familias que encarnan otros modelos existenciales; particularmente, las apoyadas en una vivencia religiosa con fuertes implicaciones comunitarias. Y no olvidemos a aquellas otras basadas en el proyecto ideológico antes aludido.
 

El perfil de la familia de hoy día refleja, en muchos casos, una profunda fragilidad existencial que se concreta en una aparente incapacidad para asumir compromisos duraderos, una arbitraria toma de decisiones no basada en criterios éticos objetivos, y una escasa implicación en actividades que requieran continuidad (salvo determinadas actividades deportivas y lúdicas). Todo ello se traduce, particularmente, en un mínimo número de hijos por pareja.
 

Esta atomizada realidad social se traslada –no podía ser de otra forma- a la vida interna de las asociaciones familiares; existiendo una cierta dificultad en la renovación de sus elites directivas, lo que acaece tanto en su cúspide como en los niveles directivos básicos, y una disminución en el número de personas implicadas en sus dinámicas internas.
 

Esta realidad, en la gestión ordinaria de esas asociaciones, se proyecta, también, en una cierta dificultad en la anticipación a la adopción y efectos de determinadas medidas administrativas, y en una limitada capacidad de respuesta a los nuevos retos sociopolíticos.
Otras asociaciones sectoriales de ámbito familiar, caracterizadas por un indudable activismo, carecen de una deseable extensa base asociativa o de una perspectiva cultural global ante los retos comunes de la familia.
 

Paralela a la de la familia, pese a unos gruesos números que a priori pudieran indicar un movimiento consolidado, el asociacionismo juvenil también se enfrenta a una incipiente crisis, tanto en la suma de asociados, como en la realidad de monitores y animadores implicados.
 

En este complejo contexto, sigue siendo válida la afirmación de que la realidad del movimiento asociativo familiar navarro es un termómetro indicativo de la salud de la familia en Navarra.
 

Entre algunos activistas y observadores de esta realidad se han contemplado, con interés, iniciativas surgidas, en otros ámbitos geográficos, en defensa de la familia. Nos referimos a algunas actuaciones de PROFAM y de las llamadas plataformas transversales (E-cristians, HazteOír).
 

Sin duda, movilización social y batalla política serán dos tácticas que el movimiento asociativo familiar de Navarra tendrá que impulsar, con el Foro de la Familia a la cabeza, en un futuro no muy lejano, ante los retos que inevitablemente se presentarán; pudiendo ser, todo ello, ocasión para ofrecer al mundo la belleza de la familia, su racionalidad y su correspondencia con los deseos más auténticos del corazón del hombre.
 

Revista E-cristians, Nº 106, 24 de octubre de 2003.

 

 

 

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